La pandemia mundial por el covid impulsa el uso de las criptomonedas
El impacto del COVID-19 sobre la economía global está impulsando una serie de cambios profundos, como la digitalización de los intercambios comerciales o la aplicación de enormes planes de estímulo macroeconómico.
Uno de ellos es el uso de las criptomonedas, las cuales se presentan como un refugio para muchos inversores y podrían jugar un papel fundamental tanto como activo financiero como medio de transacción.
¿Una alternativa a las monedas tradicionales?
En principio puede resultar difícil de entender que en un contexto de incertidumbre económica los mercados se vuelvan hacia activos que son percibidos por muchas personas como poco fiables. Pero si hacemos un análisis más profundo de la realidad de las criptomonedas veremos que esta valoración no es del todo correcta. Por el contrario, estas monedas presentan una serie de ventajas que las hacen muy atractivas a los ojos de los inversores en la coyuntura actual.
Lo primero que debemos entender es que la crisis económica ha disparado en todo el mundo la demanda de dinero. Recordemos que las pérdidas generadas por las medidas de distanciamiento social entre particulares y empresas, el aumento del riesgo de mercado y la caída en la cotización de los activos financieros han suscitado una preferencia generalizada por la liquidez.
Esto significa que los inversores han protagonizado un proceso de desinversión, convirtiendo sus activos en dinero líquido y aumentando el peso relativo de éste en sus respectivas carteras.
Por otra parte, las empresas y particulares que han visto reducidos sus ingresos han tenido que consumir sus ahorros previos para afrontar sus gastos y para muchos de ellos la prioridad hoy es recuperar ese capital en forma de liquidez, para volver a tenerlo disponible ante cualquier otra eventualidad.
La consecuencia es que tanto la incertidumbre de los inversores como la descapitalización del sector privado han generado una demanda creciente de activos líquidos. Sin embargo, el hecho de que esa demanda se canalice hacia divisas concretas depende de la capacidad de cada una de ellas de desempeñar las tres funciones que la humanidad siempre le ha atribuido al dinero: unidad de cuenta, medio de cambio y depósito de valor.
Un refugio para los inversores
La ventaja que ofrecen las criptomonedas es que en todo momento la oferta monetaria total será previsible para los inversores, lo que no ocurre con las monedas tradicionales.
Es evidente que los dos primeros usos son extensibles a prácticamente cualquier divisa del mundo, pero no así con el tercero. El motivo es que las monedas consideradas como poco estables (ya sea en el mercado exterior depreciándose frente a otras divisas o en el interior con tasas altas de inflación) no son percibidas por los mercados como un medio de ahorro fiable.
Dicho de otra manera, si una moneda pierde poder adquisitivo con rapidez, los ahorradores procurarán desprenderse de ella lo antes posible en lugar de utilizarla para atesorar su patrimonio.
En este contexto parece lógico que haya aumentado la demanda de monedas consideradas tradicionalmente como seguras (dólar, euro, franco suizo, etc.) frente a otras de países emergentes. No obstante, incluso en las economías más desarrolladas se están poniendo en marcha planes de expansión monetaria, lo cual puede ser percibido por algunos ahorradores como un factor desestabilizador del valor de sus divisas.
Las criptomonedas, por el contrario, en ocasiones cuentan con reglas que permiten controlar de forma más clara la oferta monetaria. Es el caso del Bitcoin, cuya cantidad máxima no puede superar los 21 millones en todo el mundo y su mecanismo de generación (minería de datos) está diseñado para ir reduciendo la velocidad a la que se crea dinero nuevo. También existen otras monedas respaldadas por reservas de oro, como PAX Gold.
En estos casos la ventaja que ofrecen las criptomonedas es que en todo momento la oferta monetaria total será previsible para los inversores, lo que no ocurre con las monedas tradicionales sujetas a la arbitrariedad de las autoridades monetarias. El hecho de que se pueda estimar la cantidad disponible en el mercado puede suponer así una garantía adicional para los inversores.
Un fenómeno a nivel mundial
Un ejemplo muy claro de este aspecto es Argentina, cuya moneda se ha visto sujeta a una constante devaluación en los últimos años. Ante la perspectiva de que su Banco Central seguirá expandiendo la oferta monetaria y los precios seguirán subiendo muchas personas han optado por ahorrar en otras divisas, especialmente en dólares. No obstante, las restricciones impuestas a la compra de moneda extranjera han redirigido una parte de esta demanda de dinero hacia el Bitcoin.
En abril de este año, un informe de Arcane Research estimaba que la demanda de bitcoins en Argentina había crecido un 1.028% desde enero de 2018 como consecuencia del riesgo de que el país entrase en suspensión de pagos y de las perspectivas de inflación. A finales de septiembre de 2020 la cotización de 1 bitcoin se situaba alrededor de 1,5 millones de pesos argentinos, lo que suponía un aumento de más del 50% con respecto a abril.
La generalización del uso de criptomonedas en la región tampoco es un fenómeno exclusivo de Argentina. En 2018 el gobierno venezolano lanzó su propia divisa digital, el Petro, en un intento de paliar la escasez de dólares. Con marcos monetarios menos restrictivos, en los últimos meses su uso también ha crecido en otros países del entorno como Chile, México, Brasil, Colombia y Perú. En el resto del mundo también destacan Rusia, China y Ucrania como los países que más apuestan por este tipo de monedas.
Otra ventaja importante de estas divisas es que se puede operar con ellas cada vez con mayor facilidad en un contexto donde la digitalización de la economía mundial avanza a pasos agigantados, en parte por las medidas de confinamiento aplicadas a lo largo de 2020.
De esta manera, el crecimiento del comercio electrónico ha preparado el terreno ideal para que la aceptación de las criptomonedas como medio de pago se vaya generalizando.
La incógnita de las criptomonedas
La inexistencia de un Estado que imponga su uso no debería ser necesariamente un problema, pero muchos inversores ven en eso una fuente de incertidumbre.
No obstante, su uso también presenta graves inconvenientes que en la práctica limitan su difusión. El más importante de ellos quizás sea la inseguridad jurídica, ya que en muchos países no existe una regulación demasiado clara sobre el uso de estas monedas y puede haber un cierto grado de incertidumbre sobre las consecuencias legales de su utilización.
Otro factor clave es la inexistencia de un gobierno que imponga su uso y así se garantice al menos un nivel mínimo de aceptación, aunque sea obligada por leyes de curso legal. Si bien ésta nunca ha sido una condición necesaria para la existencia de una moneda (de hecho el dinero es anterior a los Estados), muchas personas la valoran como una garantía adicional.
Por último, la cotización de las criptomonedas en los mercados ha estado sujeta a un grado tan alto de volatilidad que de alguna manera se ha visto reducido su carácter de monedas refugio. Con una tendencia alcista en 2019 (aunque no exenta de sobresaltos), Bitcoin se derrumbó en marzo de 2020 perdiendo un 30% de su valor y se ha estado recuperando en los meses posteriores. En general, todo el periodo se ha caracterizado por caídas repentinas seguidas de fuertes subidas, consolidando así la volatilidad de esta moneda.
En conclusión, podemos decir que los cambios experimentados por la economía mundial parecen impulsar el uso de las criptomonedas, en especial en aquellos países cuyas divisas no constituyan un valor seguro para los inversores. Si bien siguen existiendo múltiples dificultades y objeciones a su uso, ninguna de ellas ha sido capaz de impedir su difusión, para bien o para mal.
Este fenómeno, al igual que la digitalización de los intercambios comerciales o la robotización, será sin duda uno de los grandes desafíos de la nueva economía que nos espera.