Tarjetas poco conocidas para financiar compras habituales
Hace ya mucho
tiempo que el dinero plástico se asentó en nuestra sociedad como
medio de pago alternativo al dinero en efectivo. Sí, hablamos de las
tarjetas de crédito. Ese producto que goza de una fama envidiable
entre la gente por la comodidad y la velocidad que ofrece (no dejan
de ser créditos
rápidos). Ya sea a débito o a crédito, hoy en día es
prácticamente imposible encontrarnos con alguien que no utilice este
“dinero plástico” para financiar alguna de sus compras. Sin
ir más lejos, antes de la crisis financiera del 2008, cada habitante
español contaba con 1,63 tarjetas. Es decir, que había más de
una tarjeta y media por persona en España. Por otra parte, este
método de pago se ha convertido en un auténtico filón para los
bancos y grandes almacenes, los cuales han ido diversificando las
funciones de las propias tarjetas y evolucionando la oferta de este
producto.
A pesar de que
las tarjetas de crédito y las de débito conveniconales continúan
siendo las dueñas y señoras de la mayoría de bolsillos y carteras,
actualmente podemos contratar y emplear otras con características
más concretas que también debemos conocer y tener en cuenta.
Nos convendrá una u otra en función del uso que queramos dar a
nuestro plástico. Tres de las más conocidas son las que citamos a
continuación y que podemos adquirir actualmente en en un gran número
de entidades.
Las
tarjetas prepago ofrecen una altísima seguridad
Si hablamos de
las tarjetas de prepago, hacemos referencia a uno de los
modelos de dinero plástico que más está creciendo en los últimos
años. Cada vez ganan más usuarios porque proporcionan muchísima
seguridad en todas nuestras compras, ya que son como un monedero
virtual. En cuanto al funcionamiento, el titular de la prepago
cargará en dicha tarjeta la cantidad de dinero que quiera y con
ese capital financiará lo que desee.
A diferencia de
las de crédito o débito, estas tarjetas no tienen ninguna línea
o cuenta vinculada, por lo que en caso de pérdida o de
sustracción, solo perderemos lo que tengamos ingresado en la misma.
No obstante, aunque son un tipo de producto financiero muy simple y
práctico, debemos recordar que normalmente la empresa que nos
conceda una de estas tarjetas prepago, suele cobrarnos una comisión
por cada ingreso que hagamos.
Tarjetas
affinity para financiar compras con grandes marcas
Otra de las
tarjetas que han ganado adeptos y clientes últimamente son las
affinity. Dichas tarjetas son producidas y emitidas por dos
compañías: el banco y cualquier empresa con la que llegue a un
acuerdo comercial. O sea, se trata de tarjetas de marca
compartida que suelen ofrecer ventajas tanto para el titular de la
misma como para la empresa no bancaria. Un buen ejemplo, son los
muchos supermercados que ofrecen este tipo de tarjetas para sus
clientes con programas de puntos, bonificaciones y descuentos en
compras.
Lo malo es que
las affinity suelen hacer que la marca comercial bombardee en el
envío de publicidad al cliente sobre la tarjeta contratada. A eso
debemos añadir como parte negativa que estas tarjetas solo valen
para una empresa hace que su uso, en ocasiones, sea muy limitado en
proporción a lo que se paga por ellas.
Las
polémicas tarjetas revolving
El tercer tipo de
tarjeta diferente es la conocida como tarjeta revolving: un
producto (derivado de la tarjeta de crédito) con el que el banco nos
ofrece una línea de crédito asociada límite mensual. La principal
diferencia con una tarjeta de crédito típica radica en que si no
consumimos todo lo que el banco nos ofrece en dicha línea de
crédito, la cantidad que no hayamos utilizado se acumula a la del
siguiente mes. Es decir, si se establece un límite de 800 € y
el cliente utiliza 500 €, al mes siguiente el límite asciende a
1.100 €.
Son muchas las
asociaciones de consumidores que han criticado las revolving y las
han denunciado por considerarlas un producto que incita al consumismo
sin control, ya que son tarjetas de crédito que pueden tener un tipo
de interés que va desde el 12 % hasta el 30 % TAE. En ellas cuánto
más gastemos, más pagaremos en intereses, algo que debemos tener en
cuenta siempre que financiemos cualquier compra.