Tuve el placer de conocer a David Cano en el debate “Economistas cara a cara”, celebrado en Vara Café (Burgos) el 30 de noviembre. En aquella ocasión, David Cano y Jesús Zamanillo (a quien ya entrevistamos para Economipedia), protagonizaron un apasionante debate sobre deuda y política monetaria. Pues bien, hoy tenemos el gusto de entrevistar al economista David Cano.
Nuestro entrevistado en Licenciado en Administración y Dirección de Empresas por la Universidad Autónoma de Madrid y tiene un Máster en Finanzas Cuantitativas por AFI. Actualmente, David Cano Martínez, es Director General de Analistas Financieros Internacionales. A sus espaldas cuenta con una extensa trayectoria como economista, ya que desde 1998 se ha dedicado al análisis económico y al estudio de los mercados.
David también trabaja en todo lo relacionado con el asesoramiento de fondos de pensiones, fondos de inversión y carteras de activos financieros. Y es que su trabajo como economista le ha permitido desarrollar un perfil muy polifacético: es autor de numerosos libros de economía, profesor de estudios de posgrado en centros especializados y colaborador en diversos medios de comunicación relacionados con la economía y las finanzas.
P: Como experto en política monetaria, ¿cuánto cree que durarán las políticas de bajos tipos de interés?
R: Estamos cerca del inicio de su fin, pero con diferencias entre áreas geográficas. El proceso está más avanzado en EEUU, cuyo banco central ya ha elevado tipos en cinco ocasiones. Si no tenemos sorpresas negativas en el entorno económico y financiero, es posible que a finales de 2018 los tipos de interés en aquel país estén en línea con la inflación (2,0%) por lo que podríamos decir que entonces los tipos ya no estarán “bajos”. El Banco de Inglaterra ya ha subido tipos, pero más bien ha sido la corrección de la rebaja de verano de 2017 asociado a los resultados del referéndum sobre el Brexit. En el caso del Área euro, donde llevamos un retraso económico de unos 5 años frente a EEUU, el BCE no comenzará a elevarlos hasta 2019 y podemos decir que hasta 2022 o 2023 tendremos condiciones monetarias expansivas. Junto con las subidas de tipos de interés, la normalización de la política monetaria consiste en ir “destruyendo” todo el dinero (base monetaria) creado por los bancos centrales desde 2009 (unos 20 billones de USD) y que se ha destinado en gran medida a la compra de activos de renta fija. Según vayan reduciendo el saldo vivo de bonos deberíamos asistir a un repunte de los tipos de interés. En definitiva, estamos en el proceso de subidas de tipos, pero que será gradual y que puede llevar entre 5 y 10 años para retornar a cotas “normales”.
P: En Japón llevan 20 años con tipos de interés próximos a cero. ¿Cuáles son las consecuencias de esta política?
R: El caso de Japón es excepcional. Y se puede poner como ejemplo de aquellos en los que la política monetaria no ha funcionado (en contraste con EEUU). Y ello se puede deber a muchos motivos, entre los que se puede destacar la lentitud en resolver el problema de solvencia de las entidades financieras niponas, que tuvieron que hacer frente al estallido simultáneo de la burbuja inmobiliaria y bursátil de finales de los ochenta. El envejecimiento de la población o la oposición a la entrada de capital extranjero son otros de los factores que pueden explicar el pobre desempeño de la economía japonesa en los últimos años.
P: Hay analistas que cuestionan el control del dinero circulante como política monetaria. ¿Cuál es su opinión al respecto?
R: La política monetaria es una herramienta más de política económica. De hecho, en esta crisis ha demostrado que su campo de actuación es superior al que hasta ahora había demostrado: el control de la inflación. La acción de los bancos centrales sirve para mitigar los efectos negativos de las crisis financieras y de las disrupciones en el funcionamiento de la intermediación del ahorro a través del sistema bancario. Los bancos centrales han demostrado que la asunción del papel de “inversor” es compatible con el de “prestamista de última instancia” de las entidades financieras (y, desde luego, “guardián de la inflación”). Con el tan estrecho margen de actuación de la política fiscal, necesitábamos recurrir al máximo a la potencia de la política monetaria, y no tanto la convencional (agotada al poco de iniciada la crisis) sino la no convencional: el denominado Quantitative Easing (QE). No sólo no soy contrario a la actuación de los bancos centrales en esta crisis sino que creo que han sido los principales responsables de que salgamos de ella. Ahora, y en línea con lo expuesto en la anterior pregunta, es tiempo de ir pensando en “desmostar” de forma paulatina todas las medidas expansivas, tanto las convencionales (subir tipos) como no convencionales (reducir el saldo vivo de la inversión en renta fija y destruir base monetaria).
P: Háblenos sobre Basilea III. ¿Cree que la actual regulación bancaria es suficiente? ¿Hay demasiada regulación? ¿Qué se puede mejorar?
R: Corremos el riesgo de caer en la ley del péndulo. Si la regulación, especialmente en materia de solvencia, era excesivamente laxa antes de la crisis, sembrando así una de las semillas de la misma (el crecimiento del crédito fue desmesurado), las exigencias actuales son excesivas. Los requerimientos de capital a las entidades están por encima de la razonable, aún en un contexto de recesión. La consecuencia es que para las entidades financieras es mucho menos rentable conceder financiación, situación que se agudiza en la actual coyuntura de tipos de interés muy reducidos (y que como he comentado, continuará un lustro). Por lo tanto, el flujo de crédito es menor y la rentabilidad (ROE) de los bancos se reduce, perjudicando su evolución en Bolsa, lo que a su vez dificulta futuras ampliaciones de capital. Entorno complejo para las entidades crediticias, para el sistema bancario “tradicional” que debe hacer reflexionar sobre la posibilidad de que Basilea III haya ido demasiado lejos en materia regulatoria.
P: ¿Cuáles son los desafíos a los que se enfrenta el sector financiero?
R: El sector financiero está en una profunda transformación. La necesidad de llevar el dinero desde donde se concentra el ahorro hacia donde se necesita para invertir persiste y es el sistema financiero el encargado de esa intermediación. Ahora bien, si las entidades crediticias eran las principales protagonistas (mediante la captación de depósitos y la concesión de créditos), las exigencias impuestas por Basilea antes comentadas dificultan este canal, abriéndose por tanto la oportunidad para otros, como son los mercados de capitales, las instituciones de inversión colectiva, los fondos de pensiones, el capital riesgo, las plataformas de financiación participativa, etc. El sector financiero está muy vivo e inmerso en un profundo cambio que debe culminar en una mayor eficiencia, potencia y solvencia, configurándose así en un pilar básica para el mayor crecimiento del PIB. Estamos en una de esas “reformas estructurales” que tanto nos gustan a los economistas.
P: En España, la hucha de las pensiones se acaba. ¿Qué alternativas tenemos para las pensiones? ¿Realmente los planes de pensiones privados son una opción? ¿Cómo podemos conseguir un plan de pensiones fiable y rentable?
R: España cuenta con uno de los sistemas pensiones más generosos de la OCDE lo que, unido al aumento de la esperanza de vida, provoca que exista un déficit que amenaza con incrementarse año a año. Una opción para mantenerlo sería incrementar las cotizaciones de los que actualmente trabajan, pero me parece que es imponer una excesiva solidaridad intergeneracional. Parece claro que el ajuste debe venir en mayor medida por una reducción de las pensiones públicas, que pueden ser complementadas por el ahorro privado. Para mí una de las mejores formas de ahorrar a largo plazo son los planes de pensiones, pero otros pensarán que son mejores los inmuebles, las joyas, las obras de arte o simplemente “guardarlo debajo del colchón”. Cada uno que elija lo que mejor considere, pero que ahorre a largo plazo para cuando se jubile poder complementar una pensión que sea justa teniendo en cuenta la presión fiscal que tendrán que soportar los cotizantes de entonces.